El viento
bebió un par de copas esta noche. Se siente caluroso, atrevido y piropeador. Da
vueltas cerca de las hojas, y les susurra palabras que les producen temblor. A
corta distancia, dentro de una casa, perfumadas y preciosas unas rosas observan
celosas.
El cortejo
avanza.
Luego de
oír varias frases embriagadoras, las hojas se encuentran algo mimosas. El
viento aprovecha para invitarlas a bailar. Es una danza tan carnal que hace a
la luna sonrojar. Ésta se esconde detrás de las nubes para no mirar.
La ventisca
aumenta su vigor.
Los faroles
conocen muy bien las intenciones de éste piropeador, atenúan su brillo para no
molestar a ése bribón malhechor.
La otra
cara.
Las hojas
comienzan a agitarse con temor. Sin la luminancia de los faros, el viento ya no
actúa seductor. Avanza irrespetuoso, sin pedir permiso ni perdón. Un farol
decide tomar acción: le hace frente a ése malhechor. Pero el viento, embriago y
sin control, asesta un golpe que hace desplomar al farol. En lo alto, con sus
ojos llenos de entusiasmo, la luna observa con perversión.
Rebelde y
encantador.
El viento,
cegado en su frenesí sin control, choca abruptamente contra un muro; se desmayó.
Al abrir los ojos a la luna no encontró. En su lugar, en lo alto, estaba el sol
que miraba con horror todo el caos y el dolor que el viento causó. Dentro de
una casa, perfumadas y preciosas unas rosas observaban al viento con excitación…
No hay comentarios:
Publicar un comentario